El Padre Andrés Moro anima a los y las estudiantes que terminan su etapa escolar, a seguir adelante y hacer frente a la adversidad de este tiempo de crisis, no de modo solitario sino en permanente colaboración con otros.
A continuación el texto completo de la carta del Vicario para la Educación Padre Andrés Moro, dirigida a los y las estudiantes de cuarto medio:
Queridos y queridas jóvenes de cuarto medio, reciban mi saludo cordial.
Me dirijo a ustedes principalmente para manifestarles mi cercanía y empatía por el difícil momento que están viviendo. Ya es complejo ser joven en Chile, por lo que implica asumir una etapa fundamental para la construcción de la propia identidad y las decisiones que la vida exige de cara al futuro. A esto se agrega toda la incertidumbre que pesa en su actual experiencia escolar. Terminar el tercero medio no fue fácil, por todo lo que vivimos durante la parte final del año pasado como efecto del estallido social y, ahora, en cuarto, la pandemia que vivimos deja la sensación, muy legítima, a muchos de estar más a la deriva.
Nunca como sociedad habíamos vivido algo así. ¡Y justo les toca a ustedes! Por eso, quienes somos parte de esta generación de adultos, niños y jóvenes estamos llamados a trabajar juntos para salir de esta crisis múltiple y lograr los aprendizajes que el mundo necesita. Nadie es particularmente especial por sufrir más o menos, pero sí todos debemos mirar un poco más a nuestro alrededor para hacernos cargo responsablemente de esta compleja situación. De algún modo cada persona es heredera de sus propias circunstancias históricas y esto es lo que les ha tocado vivir a ustedes, ¿qué harán con eso? ¿tomarán palco en las gradas de los lamentos o se arriesgarán a ser protagonistas? ¿darán vueltas en la vereda de las quejas o avanzarán por el camino de las soluciones?
Sé que no la han tenido fácil, pero desde cierta perspectiva esta crisis también puede ser un regalo por la fortaleza que podrán ganar. En cualquier aspecto de la vida ustedes serán más responsables de los destinos de esta sociedad, lo cual será especialmente prometedor si se hace desde una memoria agradecida, de alguien que tuvo una juventud difícil, de la cual supo salir adelante. No es nada fácil, pues no se trata solo de pasar el año escolar y terminar lo mejor posible esta etapa. La muerte nos visita, la pobreza nos apremia, la incertidumbre nos desconcierta. Por eso les animo a que decidan seguir adelante y hacer frente a la adversidad, no de modo solitario sino en permanente colaboración con otros.
Independiente de la relación que cada uno de ustedes pueda tener con la fe de sus respectivos colegios, les invito a considerar esta experiencia como fortaleza y horizonte. Es también darse la oportunidad de buscar a Dios en este difícil proceso. Les digo por qué. La resurrección de Jesús es el motivo de mi mayor alegría, no tan solo por el consuelo que implica la esperanza de la vida eterna, sino porque además lo que honramos en su Pascua es a nuestra propia humanidad. Humanidad que es carne y sangre, que es nombre, rostro, historia y pueblo. Eso es lo clave, el corazón del Evangelio. Humanidad herida, restituida, levantada, sanada y embellecida por la luz del Resucitado.
No obstante, en un tiempo de catástrofes, crisis de confianza y de promesas incumplidas, la perplejidad es una actitud razonable. Esto porque la fe es también una experiencia contingente y situada. Si no fuera así, se volvería un espectáculo religioso, que nos haría vivir vidas paralelas, entre lo que creo y lo que puedo hacer. Por eso, no podemos acudir a la ayuda de la fe sin tocar las llagas de nuestra frágil humanidad. La fe no es moneda de cambio ni amuleto para pasar la adversidad. Es cierto, la adversidad nos hace vulnerables, sin posibilidad alguna de tener el control para negociar o calcular. En cambio, la fe es pura entrega y confianza genuina en Aquél que con su sacrificio nos anuncia que el amor de Dios es más grande que todas las catástrofes y adversidades juntas.
Cada uno existe para que el gran propósito del universo se cumpla. Por eso hoy quiero unirme a sus sueños para transformarlos en el contenido de mis plegarias. Todos estamos invitados a desplegar originalidad en esta historia que nos ha tocado vivir. Cada ser humano es único. No hay nadie más así, nunca lo ha habido en toda la historia de la humanidad y nunca lo habrá mientras exista humanos sobre esta tierra. Eso nos convierte en un regalo para los demás, abiertos a las nuevas oportunidades que nos da la vida.
Les doy las gracias por acoger este mensaje, por cultivar el alma para seguir el camino, poniendo el hombro a la adversidad. Eso es motivo de mucha esperanza. Y le doy gracias a Dios porque considero que es una tremenda buena noticia que en este mundo y en esta historia existan jóvenes de cuarto medio, que, a partir del sufrimiento presente, se decidan a cambiar el mundo para mejorarlo. No están solos, cuentan con sus familias y comunidades educativas. Y esta Vicaría con su padre vicario también se pone al servicio para apoyarles en lo que sea posible.
Con ustedes, mi bendición y mi afecto.
P. Andrés Moro Vargas
Vicario para la Educación
Arzobispado de Santiago
Fuente: Vicaría para la Educación