"A quienes están viviendo esta Pascua en el lecho de la enfermedad, en la soledad de una cárcel, en el abandono de la ancianidad o en las calles de la desolación; a quienes buscan consuelo o una mano tendida; a los niños, a los jóvenes, a las familias, a los ancianos, a todos y todas, les deseo una Pascua llena de fe, esperanza y de amor", señala el Arzobispo de Santiago en su mensaje.
A continuación el texto completo del mensaje de Pascua de Resurrección del Arzobispo de Santiago, Cardenal Ricardo Ezzati.
Hermanas y hermanos, Amigos y amigas que buscan la verdad, el bien, la belleza, y la solidaridad.
¡Qué hermosa es la noche de Pascua, iluminada por el resplandor de Jesús Resucitado! ¡Cuánta esperanza despierta en el mundo entero; cuánta esperanza en nuestro propio corazón inquieto!
Es la noche que proclama la llegada de los tiempos nuevos y definitivos para quienes anhelan ser más y vivir mejor; la noche en la que las cadenas de la esclavitud y del odio quedan derrotadas y nace el hombre nuevo, la mujer nueva, la nueva humanidad, en toda su belleza y dignidad; la noche que, en la Persona de Jesús resucitado, resplandece el camino, la verdad y la vida y se abren las puertas a una nueva manera de vivir y de convivir en la fraternidad y paz.
A la luz del Resucitado, con confianza y optimismo, podemos contemplar la historia personal y colectiva, descubriendo en ella la presencia fecunda de la semilla de la eternidad y de un futuro mejor, ese futuro al que aspiran los pueblos, al que anhelamos y queremos fundar, en la justicia, la fraternidad y la paz. Una cultura que llegue a hundir sus raíces en la victoria definitiva de Cristo sobre el mal y la muerte y en su mensaje de reconciliación y de vida abundante para todos. A la luz de aquel que, resucitando ha vencido, fundados en su amor redentor, podemos dar gracias por el don de la vida y del amor que florece en miles y miles de hogares chilenos; por la consistencia y el desarrollo democrático de nuestro país; por el compromiso solidario de tantas instituciones, públicas y privadas; por el corazón generoso de hombres y mujeres de bien, riqueza incalculable de nuestras ciudades y campos, a lo largo y ancho de la Patria entera.
Sí, tenemos muchísimo que agradecer. La semilla de resurrección sembrada en nuestra tierra, es la Pascua de Jesús y el anuncio de su Evangelio, vida fecunda, que como sucede en el desierto después de la sequía de algunos años, vuelve a florecer y asombrar por su belleza.
Solo la fe purificada y renovada de quienes creen en Cristo hará posible, hoy también, el paso de una "comunidad abatida", a una "comunidad misericordiada" y a una "comunidad transfigurada", como lo aseguró el Papa Francisco en su reciente visita a Chile.
En este clima espiritual de renovación, acogemos la alegría del Señor Resucitado y nos volvemos a Él para descubrir la inspiración y la fuerza que nos lleva a superar la desconfianza y la duda y a caminar hacia una fe más sincera y comprometida.
Aparece, entonces a virtud de la fe que es lo contrario a la desconfianza y al abatimiento. En esa fe sobrenatural se funda también la fe humana en las personas y en su capacidad de bien; la fe en el diálogo, los acuerdos, la búsqueda honesta del bien común, que es el bien de todos; la fe en la amistad cívica que permite que siendo muchos, formemos un solo hogar.
Junto a la fe, habita siempre la esperanza, esa virtud humilde y necesaria, que invocamos cuando no acertamos el camino, nos cansamos o desconfiamos de la ruta que quisiéramos seguir. Es la virtud de lo imposible: esa virtud que hace florecer los desiertos y que se palpa en los brotes de un árbol caído. La esperanza que surge, nueva y novedosa, del vientre de una madre encinta, al dar a luz el fruto de sus entrañas. Es la esperanza inscrita en el ADN de cada persona y que regala "ojos de Pascua capaces de mirar la muerte hasta ver en ella la vida; las culpas hasta ver el perdón, la separación hasta ver la unidad; las heridas hasta ver la gloria; el hombre hasta ver a Dios y Dios hasta ver en él al hombre."
Y, así como en el corazón de la Fe habita la verdad y la certeza, en el corazón de la esperanza va creciendo el amor. El amor que invita a creer, a esperar y a comprometerse. El que ama de verdad, sabe que, aunque deba pasar por la cruz de la incomprensión y hasta del martirio, nada en este mundo, lo puede destruir. El amor siempre puede más, siempre puede romper barreras e ir más allá. La Pascua de Jesús señala la medida del amor: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo." (Jn 13, 1).
Fe, esperanza y caridad: regalo de Cristo Resucitado para todos
A quienes están viviendo esta Pascua en el lecho de la enfermedad, en la soledad de una cárcel, en el abandono de la ancianidad o en las calles de la desolación; a quienes buscan consuelo o una mano tendida; a los niños, a los jóvenes, a las familias, a los ancianos, a todos y todas, les deseo una Pascua llena de fe, esperanza y de amor.
Amigos todos de esta gran ciudad que compartimos, reciban un cordial saludo pascual y el deseo de bendición y de paz que brota de Jesús resucitado y, como regalo de resurrección, díganle a cada persona que encuentran: Alégrate, de verdad, el Señor ha resucitado. Con él puedes ser protagonista de cosas grandes.
Feliz fiesta de Pascua.
+Ricardo Ezzati Andrello,
Cardenal Arzobispo de Santiago
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago