Mensaje del Arzobispo de Santiago, Cardenal Ricardo Ezzati
María y José se dirigían a Belén para concurrir al censo mandatado por el emperador romano Augusto, cuando a la Virgen le llegó el tiempo de dar a luz al Hijo de Dios, encarnado en su seno virginal. Junto a José acogieron al Niño en una pesebrera, porque nadie quiso entregarles acogida en sus casas.
En la celebración de la Navidad, como cristianos, contemplamos la gran ciudad de Santiago. Dios hecho hombre quiere habitar en ella: en nuestros barrios, en las familias, en el corazón de cada pobre, en la vida de quien sufre, se siente descartado o inútil y también en quienes buscan despertar el corazón a la fe y a las actitudes más bellas y nobles de solidaridad y fraternidad.
Destaco dos actitudes que pueden ayudar a comprender y vivir el misterio de la Navidad en su significado más profundo.
La primera de ellas es la contemplación que permite agudizar la vista y descubrir que el Hijo de Dios ha plantado su casa entre las nuestras. La contemplación que permite experimentar la cercanía de Dios, su amor que ofrece la mayor de todas las dignidades: ser sus hijos, una dignidad que no se mide por el poder o el dinero que uno pueda o no poseer. La dignidad de ser hijos que no puede permitir que haya alguien tirado al borde del camino, descartado o marginado de la mesa de la comunión y de la solidaridad.
La segunda actitud que la Navidad quiere despertar es la solidaridad. Dios nos ha enviado a su Hijo para liberarnos del mal y para que la Vida abundara. El gran proyecto de Dios Padre es la vida abundante para todos sus hijos. Hoy debemos preguntarnos por la comunidad donde vuelve a nacer el Hijo de Dios: ¿Hay vida abundante para todos? ¿Hay justicia, bienestar para todos? ¿Reconocemos y acogemos con amor a todos? ¿Qué hacemos por las familias donde uno de sus integrantes está enfermo, por las familias que sufren por el flagelo de la droga o que sobrellevan el desempleo? ¿Cuál es nuestra preocupación por la promoción y protección de los más desheredados?
La Sagrada Familia es el mejor ejemplo de contemplación, de entrega y cariño. Por eso, en este tiempo de Navidad, acerquémonos a conocer al Mesías acurrucado entre los brazos de María y José; mirando su rostro, veámoslo en todas las situaciones injustas que nos rodean: en los niños abandonados, en los que no tienen acceso a una educación de calidad; en quienes sufren estrecheces, en los migrantes que llegan a nuestra ciudad buscando refugio y mejorar sus condiciones económicas; y en tantos y tantas que esperan nuestro cariño y consuelo.
Que esta Navidad sea un tiempo para la familia. Nuestra propia familia, la familia de la Iglesia y la gran familia de Chile. Preocupémonos de alimentar con pan y amor la nuestra, pero no nos olvidemos de las familias próximas que están quebradas, que extrañan a uno de los suyos que partió o que no pueden tener hijos. Ofrezcamos al Niño Jesús nuestro esfuerzo por erradicar la desigualdad, por cuidar a los niños, en especial a los que están por nacer, por acoger con cariño en nuestras familias a los ancianos y enfermos, y propongámonos seguir el ejemplo de amor de Jesús, siempre.
Feliz Navidad, acogiendo a Jesús, el Hijo de Dios y feliz Navidad dando vida a todos aquellos para los cuales Él vino a habitar entre nosotros.
Reciban su bendición y mi afecto de padre y pastor,
+Cardenal Ricardo Ezzati Andrello
Arzobispo de Santiago
Fuente: Comunicaciones Iglesia de Santiago