La señora Sylvita como la llamaban cariñosamente en el Liceo Bicentenario Monseñor Luis Arturo Pérez, falleció el 18 de julio pasado. Estudió en el desaparecido colegio Rosa Aldunate, de la Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino. Luego trabajó desde sus inicios en el CEMLAP. Para ella nuestro homenaje y gratitud.
“La señora Sylvita era una persona muy querida por toda la Comunidad por su carisma y su preocupación constante por todas las personas. Se encontraba muy enfermita, su corazón estaba muy cansado”, escribió la rectora del Liceo Bicentenario Monseñor Luis Arturo Pérez, profesora Virginia Rojas, al informar sobre el deceso de quien fuera por décadas auxiliar del establecimiento, desde su fundación, en el año 1963, como Escuela N° 68.
Nuestra Directora Ejecutiva, profesora Sandra Urrutia Bravo, en representación de la institución presentó sus condolencias a la familia y a la comunidad escolar del establecimiento, y participó en el responso y en su funeral.
Desde su infancia, la señora Sylvita estuvo ligada a nuestra institución. Estudió en el Colegio Rosa Aldunate, que se ubicaba en Vivaceta con Rivera, en la hoy comuna de Independencia. “En este desaparecido establecimiento de la Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino cursó las preparatorias. Fue muy querida por las religiosas quienes la ayudaron y le ofrecieron trabajar en los colegios de la institución, llegando así a la recién creada Escuela N°68, en la población José María Caro”, recuerda su hija Patricia Oyarce.
Un ejemplo de servicio
“Hay tanto que decir de Sylvita que el papel y el lápiz se harán escasos para describirla, solo que me embarga una gran pena”, dijo en la Misa fúnebre la exprofesora del establecimiento Yanyra Valderrama. “Hace 58 años llegó al colegio, con su esposo Silvio. Acá consolidó su familia con sus tres hijos, que la acompañaron hasta sus últimos días. Ahora estaba por cumplir 86 años”, recordó.
“El colegio en esos tiempos era pequeño, de madera, y fue creciendo con ella y con todos nosotros y así fuimos andando en la vida bajo su amparo, su protección y cariño. Su colegio era su casa, su refugio y el lugar donde entregó su servicio abnegado en beneficio de los niños, niñas, madres, padres, profesores y de toda la comunidad en general. En los 45 años que estuve en el colegio, fui una privilegiada porque pude contar con su amistad, su alegría, su enseñanza y su ejemplo de vida”, agregó la profesora Yanyra, quien terminó sus sentidas palabras señalando que la señora Silvita fue “Madre de las madres, Un símbolo de un tiempo que se fue con ella. Un bastión en tiempos difíciles que nos tocó vivir”.
El recuerdo de los estudiantes
Los estudiantes del Taller de Periodismo, en la edición N° 1 del periódico El Tomasino, en diciembre de 2016, escribieron el siguiente artículo sobre la señora Sylvia Pinto:
"A MEDIADOS DE LA DÉCADA DE LOS SESENTA, una joven señora, Sylvia Pinto González, volaba en su bicicleta por las calles y pasajes, aún sin pavimentar, de la naciente población José María Caro. Llevaba, en el asiento de atrás, de regreso a su casa, a algún alumno enfermo, -a veces hasta con fiebre-, de la Escuela N° 68, que todo el mundo llamaba la Escuela Santo Tomás, porque pertenecía a la Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino.
"La señora Sylvia era la cuidadora y la encargada del aseo del establecimiento que comenzó a funcionar en marzo de 1963, como una respuesta de la Iglesia Católica a la necesidad de dar educación a los hijos e hijas de las miles de familias que dieron origen a la población José María Caro, la que comenzó a formarse el año 1959, con el traslado masivo de familias de distintos sectores de Santiago.
"Al darse cuenta de la magnitud de los problemas sociales que se generaron, el entonces presidente de la Sociedad de Escuelas Católicas Santo Tomás de Aquino, Monseñor Luis Arturo Pérez, se propuso construir un colegio en el lugar, en terrenos donados por la Unión Ferroviaria (organismo que agrupaba a trabajadores de la empresa de Ferrocarriles). En la construcción ocupó recursos de su herencia familiar. El visionario sacerdote no alcanzó a ver la obra terminada, falleció en 1960.
"Sylvita, como cariñosamente la llaman en la población, recuerda que cuando la escuela abrió sus puertas en marzo de 1963 “no dio abasto para las necesidades que había. La gente se agolpaba a la entrada pidiendo matrícula. Eran filas interminables. Los cursos eran de 105 alumnos. Las salas eran enormes. Se comenzó con primeros, segundos y terceros preparatoria (hoy básicos), a cargo de 16 religiosas Franciscanas Misioneras de María. En la mañana venían los niños y en la tarde las niñas”.
"En 1966, la escuela ya contaba con sexta preparatoria y años después asistían niñas y niños en el mismo horario, “pero separados, en salas y patios distintos, como era en la época”, comenta Sylvita. “Lo que más recuerdo es que teníamos médico una vez a la semana que veía a los niños. Había mucha pobreza y desnutrición. Acá se les daba chocolate con leche y almuerzo. Siempre contamos con la ayuda de los vecinos. Eran muy unidos. Los fines de semana venían a pintar o a arreglar las salas o ayudarnos en la limpieza. Los hombres nos hacían los muebles para guardar los materiales. El colegio también los ayudaba con alimentos y ropa que recibíamos de Cáritas”.
"Esa muy buena relación vecinos escuela ha permanecido hasta hoy, asegura la señora Sylvia. “La gente es muy cariñosa, yo lo noto en la calle cuando me saludan. De este colegio han salido muy buenos profesionales, médicos, ingenieros, pero por sobre todo salen buenas personas”.
Fuente: Área de Comunicaciones Red Educacional Santo Tomás de Aquino