En la misiva, el Arzobispo de Santiago destaca la importancia de esta celebración del Año de San José, convocado por el Papa Francisco.
A continuación el texto de la Carta del Arzobispo de Santiago.
Estimada hermana, estimado hermano:
1. Si vamos hacia Jesús: Jesús murió y el día siguió y se acabó. Jesús resucitó y la vida siguió su ritmo. Muerte y resurrección que no frenan la historia, pero la transforman: cambio radical. La vida es cambio que nos lleva y cambio que nosotros impulsamos. A ratos paulatina y progresivamente, como si no cambiara nada; otras veces en saltos abruptos, profundos. Desde una seguridad que poseemos y buscando mayor certeza y seguridad. Siempre inseguros, pero en estos tiempos de pandemia la inseguridad es una nota constante y generalizada. El cambio puede ser oportunidad, progreso: a veces tironeados hacia adelante y otras veces parece que vamos, también en lo espiritual, para atrás. Criterio claro: si vamos hacia Jesús. Entramos al curso que será cambio, no “normal” y probablemente no fácil.
2. Entregarse al cambio: En nuestra vida y actividad pastoral y cristiana diocesana tenemos cambios. Algunos vienen previstos y preparados, otros nos pillan de sorpresa. Algunos cambios nos satisfacen y alegran; otros cambios nos extrañan y desconciertan. Y surgen las prevenciones y las resistencias; y somos tentados para rebuscar en páginas del pasado como si Dios no hiciera nuevas las cosas y renovara las personas. Mala disposición es recibir con recelo y rechazo un cambio, que se hace considerando el bien no sólo de una parroquia o grupo sino de la totalidad y disponibilidad de la Iglesia arquidiocesana. En primera persona el cambio afecta, con sentimientos más o menos profundos, a quien lo padece: a los sacerdotes. Agradezco la generosa disponibilidad mostrada por algunos; sé que a algunos les ha costado más y han ofrecido a Dios ese sacrificio. Ahora Dios les encomienda una porción nueva de su pueblo santo, para que la quieran y la pastoreen como buenos pastores. Para que la ternura de Dios se les manifieste a ustedes en ellos.
Porque Dios actúa a través de eventos y personas. Para ustedes Dios actuará a través su párroco, pero para el párroco, Dios actuará a través de sus feligreses. El sacerdote debe estar preparado para el posible cambio: se comprometió a ello en su ordenación sacerdotal; y la mayoría de las veces tiene una tarea encomendada para un tiempo determinado. De modo que un cambio no debe resultar tan sorpresivo y traumático. Y una comunidad parroquial debe estar preparada para acoger al nuevo párroco con espíritu de fe y con cortesía humana. Ningún párroco es perfecto, y ninguno carece de capacidades. Está ahí porque Jesús el Buen Pastor lo envía a pastorear esa parroquia. ¿Es personalidad débil? Dios elige lo que es débil y Dios siempre encuentra un camino para cumplir su plan de salvación. La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. Acójanlo, ayúdenlo con sus apreciaciones y, sobre todo, con su oración; colaboren con él.
3. La celebración de la Semana Santa y la Pascua. Todo parte y se sostiene ahí: Jesucristo resucitó y es fuente de vida y salvación para nosotros. “Si Cristo no resucitó, nuestra fe es vana…”. Cristo resucitó, resucitemos con Él. Algunos miran y lamentan lo que no se puede hacer; el amor verá qué se puede hacer. Todas las celebraciones serán trasmitidas por los medios electrónicos, sin fieles presentes. Sé que tratará usted de celebrar la “Semana Santa” del mejor modo posible en la familia; le ofrecimos subsidios. La Iglesia que nos convocó a Cuaresma, cuarenta días de penitencia para prepararnos para la Pascua, nos acompaña ahora durante cincuenta días de fiesta por la Resurrección. Con la Resurrección de Jesucristo no se acabaron los problemas entre sus discípulos, ni la Iglesia naciente se formó sin dificultades y tropiezos. Pero tenían la Luz y la Gracia de Jesús Resucitado: También a través de la preocupación, la angustia y la cruz pasa la Voluntad y el Proyecto de Dios. Permítanme un saludo especial a quienes están sufriendo enfermedad o cualquier otra aflicción. Rezamos por ellos, y seguiremos ofreciendo todo lo que tengamos y podamos para ayudar a los más necesitados. Bienaventurados los que pueden dar de comer, los que consuelan, los que acompañan, los que ofrecen parte de su trabajo para otros, los que hacen “santa” cada jornada y cada semana.
4. Vida parroquial: Las circunstancias externas y los procesos internos que viven las persona nos exigen cambios en la pastoral. Lejos de nosotros el pensar que creer significa encontrar soluciones fáciles que consuelen. Sólo el Señor puede darnos la fuerza para acoger la vida tal como es, para acoger incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionada de la existencia. Porque si en las circunstancias “ordinarias y fáciles” se muestra la tensión y la debilidad en nosotros y en nuestras comunidades, no nos extrañemos ahora en tiempos extraordinarios y difíciles... Pero Dios sigue actuando, la vida está ahí y ahora. Nuestra misión de cristianos es acompañar y servir la vida que Dios genera: “Para que en Jesucristo tengan vida en abundancia”. El pecado debilita y mata. La ternura nos salvará de la obra del diablo. Hermosa hora para la apertura y la confianza: muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos. Y también hechos que nos muestran nuestra fragilidad y nuestro pecado. La fe da sentido a cada acontecimiento feliz o triste. Si no nos reconciliamos con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones: “yo esperaba” de mí mismo, yo “esperaba” de los otros o de la Iglesia, yo “esperaba” que este plan o actividad pastoral... En este tiempo de trabajo social y elecciones está la tentación de buscar nuestro interés turbiamente. Nosotros queremos vivir la trasparencia. Manipular la conciencia de los demás, manipular a Dios es terrible. Sea con promesas falsas, sea confesándose cristiano y avalando causas antievangélicas, sea presentado como opción de Iglesia lo que es únicamente una opción. La Iglesia, los pastores, iluminan las conciencias de los fieles y gentes de buena voluntad; no deciden por ellos. Es usted, en conciencia y ante Dios, quien toma la decisión. La fe y el Evangelio que vivimos, la coherencia de vida, nos indican a través de la Doctrina Social de la Iglesia que todos los bautizados estamos obligados a entrar y participar en la vida social y política. Los laicos, en su acción directa; los presbíteros sin participación directa, pero con participación. Para estar bien orientados: informarnos, leer, dialogar, reflexionar, orar y discernir, cristianos en todo y siempre.
El Espíritu Santo nos irá indicando el camino; tal vez nos toque un trecho difícil; no nos quedemos en lamentos o añoranzas del pasado. Estemos dispuestos y alerta a las indicaciones y materiales de ayuda que se nos puedan ofrecer desde las vicarias. Los medios de comunicación nos enriquecen; pero debemos actuar seriamente: hay quienes buscan y rebuscan lo que se hace en otras diócesis o comunidades y no se involucran con lo que el Señor les ofrece a través de su propia familia diocesana. ¿Cómo lograr que la información nos enriquezca y no nos lleve a evadirnos “porque lo que se hace u ofrece aquí no me gusta”?
5. Año de San José: San José será patrono de modo especial durante este año. Año de gracia y año de misión. El Papa Francisco nos escribe su carta Patris Corde: “El objetivo de esta carta apostólica es que crezca el amor a este gran santo”. Bajo su protección ponemos nuestro Seminario, y nuestros seminaristas. Han iniciado su proceso: por la archidiócesis de Santiago: Andrés José Fernández Suspichiatti, Francisco Javier González Irarrázaval, Milán Yanco Kovacevic Bakulic. Por la diócesis de Talca: Leandro Javier González Soto. Que encuentren la luz para discernir si ese es su camino; y que el Buen Pastor nos envíe pastores a nuestra Iglesia; pero, no lo olvide, los seminaristas y los pastores nacen en las parroquias, colegios y comunidades cristianas, nacen en sus familias.
La persona y la Vida de la Virgen María y de San José, la de los santos y la nuestra, se iluminan y llenan de sentido desde ese Jesús muerto y Resucitado por nuestra redención. Sintamos su amor: nadie tiene amor más grande que quien da su vida por aquellos que ama; y me amó y se entregó a la muerte por mí… Que vivamos nosotros de tal modo esta certeza y alegría que seamos con nuestro comportamiento y palabras discípulos y misioneros, Iglesia en salida, que anuncie el gozo del Evangelio y que los demás puedan sentir en nosotros la ternura de Dios y su amor.
Paz y Bien,
Celestino Card. Aós, OFMCap.
Arzobispo de Santiago